Batallitas Miranda

Una entre tres mil.

10 noviembre, 2019
Una entre tres mil.
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-Doctora, tranquilícese y borre esa cara de susto.

-Matilde no puedo, le contesté.

-Venga mujer, que ya pasó todo. – Me animaba la pobre Matilde tumbada en la sala de reanimación.

Y así va a comenzar esta Batallita Miranda. Por el final.

La vida es una lotería.

Naces en un lugar privilegiado, si te toca. Y si tienes unos padres cabales te vacunan y ahorras posibilidades de padecer lesiones graves por esas enfermedades prevenibles. Y eso con todo: creces, juegas, saltas de columpios poco preparados, conduces bicis sin casco, vas en moto sin casco, vives sin casco. Locuras que quizá aquí no se deban contar. Y sin saberlo juegas a diario con la estadística.

Estudias (o no), te casas (o no), tiene hijos (o no), te divorcias (o no). Simplemente vives y vas pasando etapas como Slaloms de la vida mientras desciendes por una mullida pista de esquí. Izquierda derecha, izquierda derecha. Primeros achaques, me han dicho que tengo azúcar, me han encontrado la tensión alta. Tengo los meniscos fastidiados, tengo la rodilla mal.

Un día debes operarte.

Miranda Trauma en quirófano. Momento relajado.

Foto quirúrgica tomada días previos, en un momento de relax quirúrgico.

Te fías de la doctora. Te ríes con ella o te ríes de ella, da igual. Cuando por fin se acerca el día, te convoca una vez más en su despacho. Te lo cuenta todo otra vez.  Y te explica de nuevo la cirugía y te detalla las complicaciones más probables y las menos probables las puedes leer en el consentimiento informado que te entrega. Confías en ella.

El día D a la hora H entras en quirófano, todo va según lo previsto. Ambiente estable. Lista calmada de Spotify. La cirugía es un éxito. Tiempo correcto, cero incidencias durante el acto quirúrgico, cero estrés, cero complicaciones.

Bueno cero complicaciones no, una. Una complicación entre tres mil.

Una probabilidad baja, una entre tres mil.

Baja. Eso es así mientras no te toca la lotería si es una complicación. Porqué cuando te toca a ti, amigo mío… en ese caso ante esa complicación te quieres morir. (Hablo como médico cirujano.) Porque alguien que estimas, que es tu enfermo, puso su vida en tus manos. La estadística, el azar o lo que uno quiera hacen el resto.

Celeridad con calma y destreza.

Pides ayuda al hospital más cercano. Te la dan. Celeridad máxima, respuesta perfecta. Un diez. Nadie te juzga, yo ya soy suficientemente hostil conmigo misma.

Palabras de apoyo, gestos de apoyo, llamadas de apoyo, WhatsApps de apoyo.

Otras veces he sido yo la que ha repartido palabras de confort. Frases que suenan bien cuando las sueltas pero que cuando las recibes no causan el efecto esperado.

Amanece que no es poco…

Acudes para hablar con el personal del hospital que vio formarte, cuando aún es de noche. Ha sido una noche larga o corta según se mire. Das las gracias a todos los que han trabajado para Matilde y para ti. Y sin saber como, estás ante Matilde que te mira con serenidad pasmosa.

-Doctora, tranquilícese y borre esa cara de susto.

-Matilde no puedo, le contestas.

-Venga mujer, que ya pasó todo.

Y es ella la que te anima a ti…

Te marchas para tu trabajo desolada, hablas de nuevo con tu jefe, contienes de nuevo tus lágrimas. Quieres cogerte la baja. O flashearte a lo «Men in black».

La vida sigue, es finales de octubre.

Tu familia en un universo paralelo: está preparando tu fiesta de cumpleaños. Van cuarenta y cinco. Con las preguntas de rigor: quien viene, donde quieres comer ese día, qué quieres que te regalemos?

Y tu no quieres nada. Solo deseas que Matilde se recupere. No quieres regalos, suspiras para que tu historia con Matilde acabe bien, que puedas respirar de nuevo, que todo vuelva a ser como antes.

Pasan los días, Matilde y tu habláis casi a diario. Ella no lo sabe pero está en tu cabeza siempre, en tus pensamientos, en las no pocas veces que has repasado una vez más todo lo ocurrido esa mañana. Le das el alta, se normaliza todo. Pronto la verás de nuevo. ¡Ella va a tener «barra libre» de Miranda para el resto de sus días y no lo sabe!

En toda esa algarabía de emociones pasó tu cumpleaños, estuviste con los tuyos. Tu sobrino preferido -Isaac-  te dedicó un gol. (El primero de mi vida!)  Y pese a los regalos, a los esfuerzos de todos: familia, compañeros de trabajo, amigos de la vida. Tienes el corazón en un puño y poco a poco te sobrepones al susto; como decía la pobre Matilde.

Batallita Miranda. Mi deseo como cirujano.

Una servidora de usted en mi 45 cumpleaños.

Miranda Trauma: una servidora de usted en mi 45 cumpleaños.

Cual es la posibilidad estadística que dos años seguidos toque la Lotería de Navidad en la misma administración? Bajísima. (¡Por favor que nadie me hable de la excepción de Sort!).

Deseo que en mis próximos veinte años como cirujano, ante una bolsa de tres mil bolitas blancas y una negra no me vuelva a salir la bola negra de nuevo.

Pero sé amargamente que si opero a diario, que si compro a diario Lotería tarde o temprano me volverá a tocar a mi paciente y a mi una bolita negra. Es algo que debo acarrear sobre mis espaldas para siempre. Algo que todo médico, que todo sanitario lo sobrelleva lo más dignamente posible. Salud.

P. D. Batallita Miranda: Cualquier parecido con la realidad es una vivencia escrita con cariño y humildad para mis seguidores que de un modo u otro me han mostrado su cariño pese a mi silencio en redes. Matilde no se llama Matilde. He obviado nombres de médicos y equipos que trabajaron de cine para mí y mi Matilde de ficción. Gracias.

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